Central ya le gana a Newell's con la camiseta



En el argot tribunero ya se repite mecánicamente que Central lo tiene de nieto a Newell's. Que como siempre se queda con la última palabra en el clásico ya le gana con la camiseta. No importa si se juega en el Gigante de Arroyito, en el Coloso del Parque o como alguna vez se disputó un clásico sin gente en cancha de Arsenal por los cuartos de final de la Copa Argentina. La historia es la misma. El pueblo canalla se emborracha con la supremacía de triunfos, mientras el pueblo leproso cava su propia fosa para enterrarse entre lamentos. Aquel que no entienda de que se trata ganar y perder un clásico rosarino es sencillamente porque nunca pateó una pelota de fútbol o no le corre sangre por las venas.

Central gana los clásicos con la naturalidad con la que respiran sus jugadores. Newell's pierde los clásicos asumiéndose inferior desde el mismo momento en que el árbitro pita el inicio del partido. No importa si Newell's juega mejor, genera más situaciones de gol o merece quedarse con la victoria. Lo concreto es que Central ya le tomó el tiempo a su eterno rival y lo hace entrar en pánico hasta dejarlo derrotado. El domingo volvió a ganarle con un gol de Ignacio Malcorra, como había ocurrido en septiembre del año pasado en el Gigante de Arroyito, aunque esta vez el grito canalla fue en las propias narices del hincha rojinegro, quien reventó el Coloso de euforia y pasión, pero terminó envuelto en las lágrimas de una noche lluviosa. 

Que Malcorra se haya arropado de nuevo con el traje de villano de Newell's es un acto de predestinación como tantas veces entregó el fútbol. Como alguna vez le tocó al exdelantero leproso Germán Real amargarle la existencia a Central en cada clásico que jugaba, ahora es el tiempo de Malcorra. Sin dudas, el volante canalla es un elegido por el destino para estar en el momento y en el lugar indicados para hacerle trizas las ilusiones a Newell's. 

En cambio, el soberbio predominio que ejerce Miguel Angel Russo sobre Newell's como DT de Central va por los carriles de los libros de Guinness. Ningún técnico, y difícilmente habrá otro alguna vez, esté invicto ante el clásico rival en los 12 partidos (7 triunfos y 5 empates) que dirigió. Ya hay sobradas señales para creer que cada vez que Newell's enfrenta a Russo como técnico de Central se paraliza. Para el mundo leproso es como si viera a Lucifer en su máxima expresión de maldad. Russo ya tomó como un hábito amargarle la vida a Newell's y es tan imperial su figura que cada vez lo festeja con menos efusividad o actos de jactancia. Ya no quedan resabios de ese Russo que supo revolear el saco para meterse a la hinchada canalla en un bolsillo en aquella goleada 4-0 ante Newell's en el Gigante en 1997. 

Lo que no pudo cambiar el tiempo es que el hincha de Central se sienta protegido con Russo en el banco de suplentes cada vez que tiene que disputar un clásico. El pueblo canalla ya entendió que Miguel, además de ser un prócer de la historia centralista, es el talismán de la suerte ante Newell's. El hombre todopoderoso que nunca dejará en banda a sus hinchas. Lo sabe cada hincha de Central y lo sufre cada hincha de Newell's. 

Ahora también vivió en carne propia Mauricio Larriera lo que es perder ante Central. El técnico de Newell's invitó a sus jugadores a tragar veneno y materia fecal, parafraseando a Marcelo Bielsa. Lo que debe saber Larriera es que ni naciendo de nuevo se podría parecer a Bielsa. Porque si de algo puede regodearse el Loco, además de ser historia viviente de Newell's, es que casi siempre le ganaba a Central. Y difícilmente Larriera logre saber lo que es ganarle a Central porque su estadía como DT de Newell's ya tiene fecha de salida. 

 

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