El ojo crítico de Mauricio

Si no fuera porque los torneos del fútbol argentino privilegian a los equipos más grandes con tal de salvarlos del descenso para mantener el negocio del fútbol, Boca de la mano de Juan Román Riquelme hubiera sido un firme candidato a perder la categoría . Es que si en Argentina se jugara con el mismo formato que el Brasileirao en el que descienden los últimos cuatro de la tabla de posiciones, seguramente Boca hubiera descendido en algunos de los campeonatos que disputó con Riquelme como vicepresidente.  Que la catástrofe deportiva xeneize todavía no se haya consumado no exonera en absoluto a Riquelme de una gestión nefasta como la que está llevando adelante.  En ese sentido y en muchos otros, a Mauricio Macri no le faltan razones para definir al gobierno de Juan Román Riquelme bastante parecido al que sufrió River con Daniel Passarella como presidente del club. "Esto es mucho peor que lo que hizo Passarella en River", sentenció Macri, quien es candidato a vicepresidente de Bo

Luego del cimbronazo que significó perder la tercera final consecutiva de Copa, tal vez haya llegado el momento de pensar que la Libertadores de estos tiempos no está hecha para Boca. Es cierto que esta sensación entra en pleno conflicto si se piensa que Boca ya ganó 6 veces la Copa, pero eso ocurrió hace mucho tiempo. A la historia siempre hay que alimentarla y si algo hizo Boca en los últimos 20 años fue desprestigiarla.  Además, en el vocabulario de un futbolero de pura cepa cuando un equipo juega tres finales seguidas de un mismo torneo y las pierde, la sentencia siempre es lapidaria. Y a Boca también le cabe las generales de la ley. En ese punto, hay que decirlo con todas las letras y sin ánimo de herir susceptibilidades de nadie. Boca es un equipo que flaquea en las finales. Ya lo demostró en las últimas tres que disputó (Corinthians en 2012; River en 2018 y Fluminense en 2023) y perdió cuatro de las últimas cinco que jugó. Esos datos también invitan a pensar con certeza que a B

Fluminense juega mejor que Boca en la mayoría de las coordenadas que definen a un buen equipo. Pero esa diferencia que se nota a la vista hasta del más escéptico del fútbol no indica que el conjunto brasileño ya tiene la final ganada en el Maracaná. Al contrario. Pese a que Boca funciona como puede, igual desde que Jorge Almirón está al frente del equipo supo insuflarle carácter y una identidad detectable que puede dañarle el sistema nervioso a cualquier rival de turno. Lo que se dice en la jerga sentado tranquilamente en una mesa de un bar, Boca sabe a lo que juega. El juego de la abundancia vs. al juego de la conveniencia En ese sentido, Boca saltará al campo de juego y sabrá cómo jugarle a Fluminense. Ya tiene el libreto estudiado de memoria. No hay que entender demasiado de fútbol para darse cuenta de que a Boca no se ocurrirá ni por asomo agarrar del cuello al Flu de movida. Saldrá a ver qué pasa y luego sí actuará en consecuencia. En cambio,   Fluminense no se apartará ni un ápic

Boca está ante la gran oportunidad el sábado frente a Fluminense en el Maracaná de sacarse de encima ese estigma que lo señala como un equipo perdedor de finales de Copa Libertadores en los últimos casi 20 años. Justamente tener esa materia pendiente le provocó a Boca la terrible obsesión de querer ganar la séptima Libertadores luego de haber jugado en los últimos casi 20 años cuatro finales y haber perdido tres. Un simple repaso retrata la necesidad de Boca por ganar la Copa y también confirma por qué es difícil poner las manos en el fuego por Boca y no quemarse ante la finalísima ante Fluminense. Boca perdió la final del 2004 ante Once Caldas en la definición por penales el día en que Carlos Bianchi no se quedó en la premiación como subcampeón de América porque "no sabía" que también recibían medallas los segundos. Luego llegó a la final en 2007 ante Gremio y ganó la sexta corona con un Juan Román Riquelme imperial. La otra vez que arribó al partido final fue en 2012 ante

Nadie duda de que con la incorporación de Edinson Cavani, Boca se acerca a la obtención de la séptima Libertadores. Automáticamente el equipo dirigido por Jorge Almirón se transforma en el gran candidato a ganar la Copa. Porque tener en el plantel al gran goleador uruguayo no sólo es sumar jerarquía suprema en el equipo propio, sino que es meter literalmente miedo en el rival de turno.  Hasta ahí el análisis que haría cualquier chico que mira fútbol y que escucha mecánicamente desde hace algunas semanas que en Boca jugará un mega crack. Pero lo que nadie se anima a decir y mucho menos a proyectar es con qué fútbol se encontrará Cavani cuando empiece a jugar en el torneo argentino y la Libertadores. En ese sentido, el uruguayo no sabe lo que le espera. Sólo lo podrá averiguar cuando sufra en carne propia la ferocidad con la que los defensores argentinos y sudamericanos lo van a marcar. Por más linaje internacional o cuenta bancaria abultada que tenga, jugar en Argentina no suele ser un

Si existe un  hincha del fútbol que está manija todo el tiempo y se jacta de mirar a todos por encima del hombro es el de Boca. Seguramente adopta esa postura arrogante porque suele sentirse superior al resto aunque la realidad lo abofetea con asiduidad para demostrarle todo lo contrario. También es verdad que cuando el equipo anda mal o no gana a menudo es el público que más ruido hace cuando está en el piso. Tampoco es un pecado experimentar los extremos teniendo en cuenta que en el fútbol el estado de ánimo de las personas está directamente ligado con el resultado de un partido.  Todo esto viene a cuento porque en estos días de lo único que se habla en el mundo Boca es de la llegada de Edinson Cavani. Cuando hoy trascendió que Christian Cavani, el hermano del uruguayo, posteó en Instagram la foto del jugador con  la camiseta de Boca y la inscripción "Dale Venite pela (sic)", pareció que el Globo Terráqueo dejaba de ser circular.  Se entiende que eso ocurra desde la mirada